La ciencia confirma que el niño de Lapedo nació hace 28.000 años y fue un híbrido.
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El esqueleto del Niño de Lapedo presenta una combinación de características físicas: mandíbula robusta y extremidades cortas asociadas a los neandertales, junto con un mentón prominente y rasgos craneales propios de los humanos modernos. Además, fue enterrado con ocre rojo y acompañado de huesos de animales, indicando prácticas funerarias simbólicas. Este comportamiento sugiere que las comunidades de la época compartían no solo espacio y genética, sino también creencias y rituales.
Este hallazgo refuerza la evidencia de que la evolución humana no fue lineal, sino un proceso complejo de interacción y mezcla entre diferentes especies humanas. La existencia de individuos híbridos como el Niño de Lapedo indica que los neandertales no se extinguieron sin dejar descendencia, sino que su legado persiste en nuestro ADN y posiblemente en aspectos de nuestra cultura y comportamiento.
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