Historia de la Noche Triste: la «infernal» derrota de Hernán Cortés en la gran Tenochtitlan.
Historia de la Noche Triste: la derrota de Cortés a manos de los mexicas
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HISTORIA
ERIKA MONTEJO
En el ataque de los mexicas, muchos soldados de Cortés murieron ahogados al caer al lago, arrastrados por el peso de las armaduras y del botín de oro y plata.
Las fuerzas españolas y aliadas de Hernán Cortés intentaron salir en silencio de Tenochtitlan tras casi un mes sitiados en el Palacio de Axayácatl. Estaban a punto de llegar a la orilla del lago cuando fueron descubiertos por los mexicas, quienes los sorprendieron entre lanzas y tambores. Aquella noche del 30 de junio de 1520, Cortés sufrió la gran derrota de la Noche Triste ante el asedio de los guerreros.
La matanza del Templo Mayor Matanza del Templo Mayor en el Códice Durán. Fuente: Wikimedia Commons/Dominio público
La matanza de la fiesta de Tóxcatl, ordenada por Pedro de Alvarado mientras Hernán Cortés combatía con Pánfilo de Narváez en el actual Veracruz, desató la ira de los mexicas. Esto llevó al pueblo a sitiar a los españoles y a sus aliados indígenas. Incluso las fuerzas recién llegadas de la fallida expedición de Alvarado quedaron atrapadas en el asedio en el Palacio de Axayácatl.
Los españoles mataron a centenares, si no millares, de personas desarmadas en lo que también se conoce como la Matanza del Templo Mayor. Las confrontaciones en la ausencia de Cortés escalaron y, durante el conflicto, asesinaron al rey Moctezuma II. Bajo el mando del nuevo rey, Cuitláhuac, los mexicas intensificaron el combate contra los ocupantes.
La Noche Triste de Hernán Cortés
La noche del 30 de junio, Cortés y sus hombres intentaron escapar sigilosamente de la ciudad. Sin embargo, fueron sorprendidos por los mexicas, quienes los emboscaron mientras intentaban llegar a la otra orilla del Lago de Texcoco que rodeaba a Tenochtitlan. Atrapados en estrechas calles y puentes, muchos perecieron bajo el ataque y la presión del pánico.
La lucha fue feroz y un gran número de españoles murieron, arrastrados por el peso del botín de oro y joyas hacia las oscuras aguas del lago. Durante la batalla que se desató en medio de la noche y la niebla, las tropas de Hernán Cortés y los aliados luchaban desesperadamente por sobrevivir. Algunos intentaron huir sobre el puente de cadáveres de sus compañeros que se amontonaban. La escena, retratada como un infierno por los cronistas, reflejaba la desesperación y el caos de esa fatídica noche.
El cronista Francisco López de Gómara relató así lo sucedido:
«Salieron de casa a medianoche en punto, y con gran niebla y muy callandito para no ser sentidos, y encomendándose a Dios para que los sacase con vida de aquel peligro y de la ciudad».
«Los centinelas de los enemigos y los guardas del templo y ciudad sonaron entonces sus caracolas y dieron voces que se iban los cristianos: y en un salto, como no tienen armas ni vestidos que echar encima y los impidan, salió toda la gente tras ellos con los mayores gritos del mundo».
Los mexicas, liderados por Cuauhtémoc, defendieron la ciudad con fiereza, infligiendo fuertes bajas a los españoles. La resistencia indígena y la astucia táctica provocaron la debacle de los conquistadores, quienes se vieron obligados a dejar atrás gran parte de su botín y armamento.
El llanto de Cortés en la Noche Triste Historia de la Noche Triste: la derrota de Cortés a manos de los mexicas
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La retirada de unos 1,300 españoles y sus aliados, entre tlaxcaltecas, huexotzincas, totonacos y cempoaltecas, avanzó solo un par de kilómetros por la calzada hacia Tacuba. La Noche Triste dejó más de 600 españoles muertos, además de cientos o miles de aliados indígenas y guerreros mexicas. El intento de escape se transformó en una sangrienta batalla que cobró un alto precio en vidas y marcó un punto crucial en la conquista de México.
En medio del caos y la derrota, se dice que Hernán Cortés llegó a Popotla y lloró bajo el ahuehuete conocido como el Árbol de la Noche Triste, durante la madrugada del 30 de junio y el amanecer del 1 de julio. Sin embargo, el historiador Salvador Rueda comentó que las fuentes no mencionan este episodio tal como lo conocemos.
En su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo solo menciona que cuando Cortés y sus capitanes vieron llegar a la dañada retaguardia, “se les saltaron las lágrimas de los ojos”.
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