Comer para un pez es más complejo de lo que parece.
Comer para un pez es más complejo de lo que parece. Detrás de la simple acción de abrir la boca hay un mecanismo fascinante que utiliza la física del agua.
Algunos
peces, como la anguila morena, no muerden de la manera convencional. En
lugar de eso, crean succión ajustando la presión dentro de su boca.
Esto les permite atraer a su presa hacia ellos, como si fueran un
pequeño remolino. Es un movimiento rápido y preciso, y muchas veces la
presa no se da cuenta de lo que está sucediendo hasta que es demasiado
tarde.
Sin
embargo, una vez que la presa entra en la boca, puede intentar escapar.
Aquí es donde entra en acción la segunda parte del sistema de la
anguila morena: su boca faríngea, que está oculta y equipada con dientes
afilados. Estos dientes son como una trampa, listos para evitar que la
presa se escape. En esencia, la anguila morena tiene un mecanismo de
doble mordida: primero atrapa a su presa con su succión y luego, si es
necesario, utiliza su boca faríngea para asegurarse de que no se escape.
La
cabeza de la anguila morena es un verdadero laberinto de cartílago,
músculos y nervios que trabajan en conjunto para hacer que cada comida
sea una operación precisa. Este diseño no solo es impresionante desde el
punto de vista anatómico, sino que también muestra cómo la evolución ha
perfeccionado este proceso de caza a lo largo del tiempo. Así, cada
comida se convierte en una estrategia meticulosa bajo el agua.
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