No era lo que parecía: descubre los grandes fraudes de la Historia.

Cleopatra Recreación del rostro idealizado de Cleopatra. Foto: Midjourney/Juan Castroviejo. Falsificaciones, engaños, malentendidos y también informaciones erróneas han configurado en ocasiones una imagen del Mundo Antiguo que no se ajusta a la realidad de los hechos históricos y sus protagonistas Publicado por Laura Manzanera Periodista y escritora Verificado por Juan Castroviejo Doctor en Humanidades Internacional Uno de los grandes mitos del Antiguo Egipto, Cleopatra, ha sido distorsionado a lo largo de los siglos y la imagen que hoy tenemos de ella no se ajusta totalmente a la realidad. Para empezar, no era estrictamente egipcia, aunque tampoco griega. Tras la muerte de Alejandro Magno, sus generales se repartieron los territorios conquistados por él; Ptolomeo I se quedó con Egipto y fundó la dinastía en la que nacería Cleopatra VII tres siglos después. A diferencia de sus antepasados, ella aprendió egipcio, y tenía una vasta cultura. Se la considera griega, pero la excepcional libertad de la que disfrutó como reina se debe más a su herencia egipcia. Tampoco era, muy probablemente, tan bella como se cree. Pese a encarnar el arquetipo de la mujer seductora –a lo que ha contribuido en gran medida Hollywood–, es difícil conocer su aspecto real. Existen representaciones idealizadas, pero también aparece en monedas donde exhibe un mentón sobresaliente, labios finos y una nariz prominente. Si bien es cierto que las monedas no representaban fielmente a los gobernantes, puede que, como apuntó en su día Plutarco, fueran su inteligencia y su carácter los que la hacían irresistible. ¿Cómo era realmente Cleopatra? La verdad detrás de las representaciones históricas y la actual Fran Navarro El timo del polvo de momia Aparte de reinas y faraones, lo que más nos ha fascinado del país de las pirámides son las momias, involuntarias “culpables” de un timo que duró largo tiempo: el del polvo de momia. Los persas comerciaban con betún, un viscoso líquido negro al que llamaban mumia o mumiya. Europa lo importaba en grandes cantidades porque se creía que tenía virtudes curativas, tal como recogieron en sus obras Plinio el Viejo y Dioscórides, ambos en el siglo I, y Avicena, en el siglo XI. Tan lucrativo era que, cuando los mercaderes orientales descubrieron que los cadáveres egipcios estaban revestidos con resinas especiales parecidas al betún, creyeron haber dado con la gallina de los huevos de oro y llamaron a este “polvo de momia”. Durante siglos, se consideró la panacea y se consumía como si fueran aspirinas. Esa es la razón de que la palabra mumia acabara denominando a las momias.
Momia completamente vendada. Foto: GETTY Momia egipcia que se puede ver en una localidad cercana a El Cairo. Foto: SHUTTERSTOCK HISTORIA El polvo de momia era un fraude que el médico francés Ambroise Paré ya denunció en el siglo XVI, aunque sus contemporáneos no le creyeron. Fue su colega Guy de la Fontaine quien le reveló la verdad: había averiguado que los cuerpos empleados para elaborarlo no eran de antiguas momias, sino de cadáveres recientes. En cuanto se supo que se trataba de una falsificación, el polvo de momia fue desapareciendo de las boticas europeas, ya hacia el siglo XVIII. Emperadores romanos menos fieros Un Imperio tan vasto y largo como el romano no podía quedar al margen de los mitos falsos o, como mínimo, exagerados. Dos buenos ejemplos los encontramos en dos de los emperadores más conocidos (y denostados): Calígula y Nerón. Si hay un emperador con pésima reputación, ese es Calígula. Recordado como el paradigma del terror y los excesos, gobernó del año 37 al 41 de nuestra era. Pero ¿son ciertas todas las barbaridades que se cuentan de él? ¿Estaba loco? ¿Era extremadamente megalómano y enfermizamente lascivo? Teniendo en cuenta su lema –“Que me odien con tal de que me teman”–, quizá él mismo agrandó su maldad. Eso se desprende, al menos, de autores clásicos como Dión Casio, Séneca o Suetonio, que lo acusa de “monstruo”.
Imagen: Wikimedia Commons. Busto del emperador Calígula. Foto: Wikimedia Commons. Los historiadores no se ponen de acuerdo, pero para algunos las fuentes clásicas no son neutrales sino más bien confusas, y podrían estar impregnadas de propaganda impulsada por algunos senadores con el fin de desacreditarlo. Si fuera así, sus perversiones, extravagancias y crímenes serían recreaciones posteriores con intenciones políticas, dirigidas a advertir sobre los riesgos del poder personal y la necesidad de respetar la integridad de nobles y senadores (los que más sufrieron la persecución de Calígula). Aunque el historial de este es bastante demoledor, el debate sigue abierto: ¿fue un invento suyo para crear una campaña de miedo, o fue una campaña en su contra que pretendía justificar su violento asesinato? Tampoco sale muy bien parado Nerón, que gobernó del año 54 al 68. El tirano, el monstruo, el ególatra, “la escoria del populacho”, como lo calificaron las fuentes más hostiles, fue responsable de la muerte de la mayoría de sus parientes cercanos, incluida su madre. También se le atribuye, entre otras brutalidades, la autoría del gran incendio que asoló Roma en el año 64. Pero no hay pruebas al respecto, ni tampoco de que ordenase la persecución de los cristianos como causantes del desastre. De este modo, una de las imágenes más icónicas de la Historia de Roma, la del emperador tocando la lira mientras arde la Ciudad Eterna (gracias en gran parte a Peter Ustinov en el film Quo Vadis, de 1951), carece por completo de base real.
Póster de Quo Vadis Póster de la película Quo Vadis en el que se representa al emperador Nerón tocando la lira durante el incendio de Roma del año 64. Foto: Wikimedia Commons. El último emperador de la dinastía Julio-Claudia no fue, desde luego, una buena persona, pero tampoco son ciertos todos los delitos que se le imputan. Y, además, eso no implica que fuese un desequilibrado, como pretenden los historiadores antiguos y la tradición cristiana. A mediados del siglo XIX, la pasión por las culturas de la Antigüedad conllevó la creación de numerosas colecciones de antigüedades en Europa. El desconocimiento sobre estas civilizaciones en los inicios de la arqueología como ciencia facilitó la proliferación de piezas falsas, que eran vendidas como verdaderas a importantes museos. Existen muchos ejemplos, algunos de los cuales lograron engañar incluso a reputados expertos. Uno de los casos más polémicos es el de Wolfgang Helbig, arqueólogo cuyo trabajo menospreciaba Theodor Mommsen, prestigioso historiador (y luego, en 1902, Premio Nobel de Literatura). Según la teoría aceptada hasta hace poco, Helbig, celoso de Mommsen y harto de que pusiera trabas a su carrera, decidió vengarse e inventó un descubrimiento de enorme relevancia, la inscripción más antigua en lengua latina: “Manios med fhefhaked numasioi” (“Manio me hizo para Numeio”), anterior a las datadas por Mommsen a finales del siglo VI a.C.
Mommsen Theodor Mommsen, historiador y literato, fue objeto supuestamente de un engaño por parte de su colega Helbig. Foto: ASC. Según Helbig, su escrito, grabado sobre una fíbula de oro hallada en la necrópolis italiana de Preneste, era un siglo anterior. Todos, Mommsen incluido, dieron por auténtica la fíbula prenestina, y el hallazgo proporcionó a Helbig fama y prestigio. En 1980, sin embargo, la experta italiana Margherita Guarducci dijo que era falsa y que Helbig la había encargado a un artesano en 1886. Pero el asunto no está cerrado y nuevos análisis parecen demostrar lo contrario. También tuvo mucha repercusión el caso protagonizado en 1912 por un aficionado a la paleontología, Charles Dawson, que aseguró haber descubierto en Piltdown (Reino Unido) un cráneo a medio camino entre los primates y los humanos. Nadie puso en duda el valor del “hombre de Piltdown”, que presentó junto al paleontólogo Smith Woodward, miembro del Departamento de Geología del Museo Británico. El cráneo se hizo famoso después de que la comunidad científica lo considerara una prueba del buscado eslabón perdido.
Charles Dawson Charles Dawson (excavando) hizo un burdo puzle con trozos de huesos de un mono y un ser humano y dijo haber hallado el eslabón perdido en 1912: el “hombre de Piltdown”. ¡Y coló hasta 1953! Foto: AGE. Del “Hombre de Piltdown” a Glozel El engaño duró cuarenta y un años, hasta que en 1953 el antropólogo Joseph S. Weiner, el anatomista Wilfried E. Le Gros Clark y Kenneth Page Oakley, del Museo de Historia Natural de Londres, demostraron que solo era un puzle a base de huesos de orangután y hombre montados sobre una mandíbula de mono y tratados para que parecieran antiguos. Un análisis químico descubrió que la pátina se había elaborado con una tintura de dicromato de potasio, un sistema de envejecimiento bastante avanzado para la época. Tras reconocer el error, el Museo Británico dejó de exponerlo. Aparte del fraudulento “hombre de Piltdown”, ha habido otros sonados hallazgos prehistóricos dudosos. Uno de los más polémicos son los materiales que sacaron a la luz en 1924 dos agricultores franceses, Claude Fradin y su nieto Émile, en Glozel, cerca de Vichy: cerámicas, objetos de hueso y hasta lo que se pensó era el primer ejemplo de escritura de la Historia, las llamadas tablillas de Glozel.
Émile Fradin Junto a su abuelo Claude, el campesino Émile Fradin desenterró un enorme tesoro neolítico (en parte cuestionado) en su tierra de labranza de Glozel, en el año 1924. Foto: Getty. Ante la magnitud que parecía tener el hallazgo, la comunidad científica quedó dividida. El médico Antonin Morlet, que analizó las tablillas, las consideró una prueba de que habían existido un alfabeto y una escritura en Europa alrededor de 6.000 años antes de Cristo. El asunto tuvo una repercusión inaudita y eran muchos los que pedían más evidencias, así que en el Congreso Arqueológico de Ámsterdam se formó una comisión formada por algunos de los arqueólogos más eminentes: Forrer, Pittard, Pavret d’Espenay, Hamal-Nandrin, Garrod y Pere Bosch Gimpera, este último de la Universidad de Barcelona. Tras estudiar las excavaciones, dedujeron que la mayoría de los hallazgos eran falsos. Glozel fue olvidado hasta que, en 1972, el ingeniero Henri François mandó analizar varias muestras. El carbono-14 probó la autenticidad de algunas piezas, otorgando a los restos óseos una antigüedad de entre 15.000 y 17.000 años, a las cerámicas, de 5.000 años, y a las tablillas, de unos 2.500. Aunque en 1990 Émile Frandin recibió un reconocimiento académico por su trabajo de preservación, la polémica sigue abierta. El diente de un cerdo salvaje Otro conocido patinazo científico arrancó en 1922 cuando Henry Fairfield Osborn, director del Museo Americano de Historia Natural, dijo haber hallado un diente humano del Plioceno en Nebraska. Con esa única pieza se realizaron reconstrucciones de la cabeza y el cuerpo; cuando el investigador William Bryan cuestionó el descubrimiento, casi lo lincharon académicamente. En 1927, afloró la verdad al encontrarse otras partes del esqueleto, que, en realidad, pertenecía a ¡un cerdo salvaje!
Henry Fairfield Osborn Henry Fairfield Osborn (1857- 1935), importante paleontólogo, patinó al atribuir un molar hallado en Nebraska, perteneciente a un cerdo extinto, a un hombre primitivo. Foto: AGE. Más recientemente, un farsante, el japonés Shinichi Fujimura, arqueólogo aficionado al que apodaban “la mano de Dios” por sus muchos e importantes hallazgos, fue pillado in fraganti. Unos reporteros le vieron plantando fósiles que más tarde pensaba “descubrir”. Terminó por confesar el fraude de nada menos que cuarenta y dos yacimientos. Los engaños también han afectado a las pinturas prehistóricas. Cuando Marcelino Sanz de Sautuola descubrió en 1879 las de Altamira, algunas voces lo trataron de impostor. Por supuesto, son auténticas, pero no así otras de la península Ibérica; entre ellas, las de la cueva de Zubialde, en el macizo de Gorbea (Álava). Descubiertas en 1990, eran 75 figuras de animales del Paleolítico Superior e improntas de manos. Contaban con el aval de un grupo de expertos y se les asignó una antigüedad de 10.000 a 13.000 años. Pinturas no tan rupestres El enclave fue bautizado como “la Capilla Sixtina del arte rupestre”, pero posteriores análisis evidenciaron que las pinturas se habían manipulado usando colorantes naturales –manganeso y ocre– parecidos a los empleados en el Paleolítico. Hay bastantes más falsedades relacionadas con la Antigüedad y sus enigmas, y es probable que aparezcan más, pero cuanto más sepamos y más adelantadas estén la ciencia y la técnica, más podremos acercarnos a lo que realmente pasó. Enlace: https://www.muyinteresante.com/historia/66187.html

Comentarios

Entradas populares de este blog

Fiscal: Canserbero no se suicidó y fue asesinado por motivos fútiles.

¿Qué pasa en el cerebro cuando estamos muriendo?: lo que descubrió la neurocientífica Jimo Borjigin sobre esos últimos momentos.

Tarek William Saab: Autopsia biopsicosocial descarta que Canserbero tuviera esquizofrenia.